viernes, 4 de febrero de 2011

Valle


Hoy subí caminando, por el cerro, desde la Hacienda hasta la Bodega, a medio camino me entretuve, miré hacia abajo y observé el paisaje que se ponía a mis pies, verde profundo, lineas paralelas se alzan en un verde de vida, el río, con su característico arrullo, me hizo recordar las noches que pasé en La Compañía.
Noches oscuras, recién llegado de la gran ciudad, un lugar solitario y callado, pero que al avanzar la noche se sienten todos los sonidos alrededor.

El viento que sopla y que choca en los árboles, estos por tratar de retenerlo no hacen mas que abanicar sus hojas, y el río se hace mas fuerte, es como si estuviera a lado de la casa, los grillos que se entraron a la casa, yo no sabía de estos bichos, en la ciudad no se los ve a menudo, y quien pensaría que se pasarían toda la noche de serenata.

Días solitarios, noches aún mas, acompañado solo de esos extraños, esperando oír una bocina, o mejor una sirena de la policía, pero nada, solo el murmullo del viento y la quietud del río que se hace mas fuerte a medida que avanza la noche, y los grillos, quién pensaría, toda la noche de serenata.
Nuevo día, nueva experiencia, antes de dormir, primero, escuchar con detenimiento al viento, al río y a las hojas de los árboles, segundo, sacar a los grillos a que toquen serenata al patio. Después, quedarse a descansar, pensar en la mujer en la que siempre pienso, a lado de la niña que nos dio toda la alegría de vivir.